Las voluntades y talentos unidos que hicieron posible la exposición fotográfica de Daphne Zileri. Muestra recientemente inaugurada en la sala Luis Miró Quesada de Miraflores tuvo versiones previas en Washington D.C. y New York.

La pregunta era difícil: ¿Por dónde empezar? Entre el café con leche y los huevos fritos con aroma a ajo de un desayuno celebrado en el hogar de la artista, los encargados de organizar la exposición de fotografías de Daphne Zileri en Washington en noviembre pasado se encontraban en el trance de elegir el material de la muestra que apenas diez días después partiría rumbo a EE.UU. Era la misma angustia del redactor ante la página en blanco, solo que a escala monumental: la pared en blanco. Aquella cita, en la que se empezaba a componer esa sinfonía de imágenes que atravesarían fronteras, era también el germen de la muestra que hoy se expone en la Sala Luis Miró Quesada Garland de Miraflores como parte de la Bienal de Fotografía de Lima.

De esa reunión inicial, que contó con la presencia del fotógrafo Andrés Longhi, Enrique, Drusila y Diana Zileri, nacería primero la muestra que mereciera en Washington las siguientes palabras del Nobel Mario Vargas Llosa: “Si hay una palabra que podría definir a Daphne Zileri es elegante, era elegante en su manera de ser, era elegante en su manera de tratar a la gente y era elegante a la hora de hacer arte”. Luego, las piezas que partieron en avión de Lima, seguirían escala para segunda exposición en Nueva York, de donde regresarían al Perú por barco. Ahora, el resultado del trabajo del equipo apoyado por Luis Lama y David Flores-Hora de la Municipalidad de Miraflores se aprecia en ese conjunto de imágenes tomadas de los libros que Daphne publicó: Dúos y Soliloquios.

El trabajo previo a Washington había sido a un ritmo vertiginoso: en apenas diez días se debía realizar la selección de fotos, búsqueda y escaneo de negativos, impresión y enmarcado. Todo listo apenas a una hora del deadline de entrega, el material fue confiado a Cancillería en una caja de 90 kilos de peso.

De la obra de Daphne, que era enemiga del alarde artificial, se ha dicho que es un arte sin manierismos, y que tan solo armada de un lente fijo y un rollo logró mostrar la realidad tal cual es. Trabajando sus fotos como ensayando un poema, Daphne parece despertar con sus imágenes sentimientos universales rescatados de ese universo en blanco y negro retratado con el ojo del cariño materno. Como dijera César Hildebrandt: como alguien que sabe cómo dejar la metralleta de la cámara digital de lado para enfrentarse al mundo con la certeza de un dardo olímpico. Como dijera un importante visitante: como una niña descubriendo el mundo. (MDP)

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