No podía haber sido todo tan fácil. Ahí no podía acabar el asunto. Experiencia, osadía y suerte. Estos son los preceptos que siempre han acompañado la labor del fotógrafo Roberto Guerrero y aquella ocasión, en el marco de la toma de una comisaría en Andahuaylas, en enero del 2005, se le hicieron más presentes que nunca, en su cerebro y en su corazón.

Por eso, cuando llegaron las fuerzas del orden y se hicieron cargo de la situación, se quedó en la zona de conflicto, y le dijo a la fotógrafa Yanina Patricio, que lo acompañaba en la tarea de cubrir el atentado para el diario La República, donde fué jefe de fotografía, que vaya a la Plaza de Armas a registrar todo lo que los demás fotógrafos venían registrando. Los rebeldes, los etnocaceristas ya habían sido apresados y ahora estaban en la plaza, pero Roberto no estaba satisfecho con su trabajo.

Así que siguió caminando y ahí, en la soledad de una calle angosta, una imagen lo puso en alerta. Cuatro de los ciento cincuenta reservistas que se habían sublevado estaban libres, cargando un ataúd con uno de sus dos compañeros muertos durante el conflicto. La adrenalina empezó a recorrer sus venas cuando un contingente policial irrumpió en la escena lanzando bombas lacrimógenas. Ante el caos y el humo, los etnocaceristas soltaron el féretro y todo pareció irreal; pero él estaba listo para capturar el momento. Un año después, la foto resultó ganadora en el Premio Rey de España. La tituló “Sobre el dolor”.

“Yo busco mi suerte, casi siempre en solitario”, dice Roberto con convicción. “Tu obligación es registrar todo lo que ves y hay que tener olfato y sangre fría. Sin embargo tienes que respetar el dolor de la gente, entenderlos. Pero ellos también tienen que entenderte y abrirte su dolor. Como reportero, no puedo aceptar un ´no´ como respuesta”.

Roberto asegura que el trabajo periodístico de “calle” es fundamental para el desarrollo de un fotógrafo. Ahí es donde aprendes a estar preparado para todo. “No hay nada escrito: ¿qué tipo de lente debes usar?…” Tienes que adecuar tu equipo a la situación”, subraya. Sin embargo, para Guerrero, el fotógrafo tiene que ser “invisible”. Por eso, no mira con buenos ojos cuando descubre a algún joven y ansioso colega, vestido casi de ranger, utilizando la cámara como si fuera una ametralladora. “Con esas poses ya empezamos mal porque luego se percibe en las imágenes, en tu trabajo”, asegura.

Para Roberto un reportero gráfico es un comunicador, “aunque a veces pensamos que somos artistas. Tus fotos deben de tener un mensaje que tiene que ser entendido por todo el mundo”.

Roberto nació en Chile hace 53 años, pero hace 8 que vive en nuestro país. “Yo me considero peruano”, dice. Por eso es que le inquieta el hecho de que la gente no haya tomado conciencia de la importancia que tuvo aquel episodio en Andahuaylas: “Sé que mi foto ganó un premio importante, internacional, pero siento que tal vez el mensaje no fue lo bastante considerado. Todos tenemos que aprender de todo. Esa es mi filosofía de vida. Como profesional, sé que todavía me falta aprender. En la fotografía, nada está dicho”.

Roberto Guerrero
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