Sergio es una de esas personas que le da un valor realmente útil a la palabra “entusiasmo”. Para él, el éxito tiene que ver con eso: con conservar la frescura y la fe en lo que se hace. “El que crea, cree”, explica en la conversación que tuvimos en un café cerca de su oficina en San Borja.
Sergio nunca perdió la pasión por la fotografía a lo largo de sus casi 20 años como profesional. El éxito, ya se sabe, también tiene que ver con mantenerse en el tiempo. A veces, la suerte ayuda y un gol en el primer minuto del partido puede servir para no perder altura en el trayecto; así lo ha demostrado en su trabajo como fotógrafo y editor en diferentes medios periodísticos como Caretas, Somos, Cosas, El Comercio, Etiqueta Negra y EFE.
Sergio tenía 21 años cuando tuvo como misión seguir al, en ese entonces, flamante presidente de la República Alberto Fujimori, en el año 1991. Era un sábado en la mañana y esta vez estaba en un colegio cerca de la avenida Brasil. Fujimori inspeccionaba las instalaciones estudiantiles en una época en que el cólera campeaba en nuestro país. De hecho, él era uno de los reporteros gráficos que más cerca se encontraba del mandatario; por eso, cuando vio que entraba al baño, como parte de su itinerario, una extraña adrenalina le hizo tomar la delantera y conseguir un lugar privilegiado, en contrapicado, para capturar el cuadro que luego le haría ganar el Premio Rey de España, meses después, y que abriría el artículo de la semana en Caretas. Ahí estaba Fujimori, con esa mirada astuta y la sonrisa ladeada, jalando la cadena de un precario y tubular water. “Sólo se le pide que acierte”, fue el título que acompañó a la famosa foto en la revista.
El debate con Sergio en el café ahora se centra en si es “la propia realidad” lo que capta el lente de una cámara fotográfica. “No, si usas un angular”, dice con chispa en la mirada. “El angular, por ejemplo, exacerba la imagen, ampliando el espacio y las diagonales. En realidad, el fotógrafo puede manipular al personaje, en este caso al político; o el político puede manipular al fotógrafo”. Enseguida, Sergio habla del fotógrafo español Joan Fontcuberta –quien se asume como un artista falsificador– y explica como su obra se mueve siempre en el ámbito del simulacro. “Una vez inventó la historia de un cosmonauta ruso que se había perdido en el espacio y que, por ende, había sido borrado de toda historia oficial. Fontcuberta fabricó una memoria fotográfica y recreó todo un contexto que fácilmente podría ser tomado como real. De lo que estamos hablando, en realidad, es de interpretaciones”, precisa. Visión, pre visualización, realización y ampliado.
Ese es el camino que un fotógrafo como Sergio Urday (Lima, 1968) sigue cuando está a punto de emprender un trabajo.
Sin embargo, acota, el tiempo y la tecnología resultan fundamentales, sobre todo si de la foto-periodística se trata. Sergio tomó la foto ganadora del premio Rey de España con una Olympus OM 10, con un lente Zuiko lineal y 2 de diafragma, que aminora la distorsión de la imagen. “Cuando estás frente a un trabajo más reflexivo, que te permite tomarte todo
el tiempo del mundo para conseguir la mejor toma, entonces lo tecnológico es secundario; pero ante la tarea periodística, sucede todo lo contrario”, asegura.
Sergio ganó $ 8 mil por el Rey de España y confiesa que la mitad se lo gastó disfrutando su estadía en Madrid. Ahora frente a la cuenta que la camarera dejó en la mesa del café, saca su billetera y hace un gesto para que guarde la mía. Con una sonrisa ladeada, casi como la de Fujimori en su foto, asegura: “No te preocupes, tranquilo, yo pago. Sólo se vive una vez”