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Mes: diciembre 2008



20 diciembre, 2008

Morfi Jiménez

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Morfi encontró su lugar en el mundo de la misma manera que encuentra sus retratos: caminando. Y en ese camino se fue haciendo de herramientas que lo han convertido en un fotógrafo, a sus 32 años, que sabe aprovechar con maestría los beneficios de lo tecnológico y la interacción humana. Resulta, en este caso, imprescindible hacer un breve repaso por la historia de este joven fotógrafo que obtuvo el primer premio del concurso Hasselblad Masters Award 2008, en la categoría retrato. Acostumbrado a premiar a fotógrafos de la talla de Richard Avedon, Anton Corbijn o Sebastiao Salgao, recibió una carta de la afamada firma, a principios del 2008, que decía: “Ahora tú perteneces a la familia Hasselblad…”.

En realidad, Morfi es un fotógrafo autodidacta. En el Instituto Peruano de Publicidad, de donde es egresado, sólo estudió un curso básico de fotografía. Sin embargo, ahí descubrió su afinidad por el dibujo y el diseño gráfico. Practicó en una agencia de publicidad haciendo story boards y luego como asistente de iluminación en comerciales de televisión. Es en los viajes que empieza a hacer al interior del país donde descubre que su pasión estaba ligada a la fotografía ya que empieza a “disparar” con una cámara que su abuela le regaló. Entonces no tardó en devorar libros y revistas de fotografía. Y así fue aprendiendo. Ensayo y error; ensayo y error…

Entonces empieza trabajando como fotógrafo en una empresa de eventos, con su cámara y un flash. Pero lo suyo era la sierra, por eso en sus vacaciones iba al Cusco o a Huancayo, donde “sentí que me enganchaba a la gente”. Un día, un amigo suyo francés vio sus fotos y le sugirió que se inscriba en un concurso organizado por la asociación francesa para el desarrollo Ecodelac. La tarea era fotos de lagos, por lo que se fue al Titicaca y luego a Francia para exponer su trabajo. Regresó endeudado pero encontró trabajo en el Grupo Imagen, donde hacía fotos industriales, donde nos revela que “hacer fotos de minas me encanta y donde descubrí que podía hacer un poco de dinero para comprarme equipos de fotografía mínimos y empezar a experimentar”. Y eso hizo.

En el 2004 ganó el primer premio en el “Concurso Imágenes de Población”, organizado por el Fondo de las Naciones Unidas y en el 2005 ya había renunciado al Grupo Imagen. “Yo me considero retratista, así que comencé a hacer fotos de matrimonios a parejas de amigos. Empecé cobrando poco, pero enseguida me di cuenta de que era un negocio rentable. Además, me da tiempo para viajar y hacer cosas más personales”.

Sitio Web: www.morfijimenez.com/

Contacto: fotografia@morfijimenez.com

Morfi Jiménez
20 diciembre, 2008

Roberto Guerrero

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No podía haber sido todo tan fácil. Ahí no podía acabar el asunto. Experiencia, osadía y suerte. Estos son los preceptos que siempre han acompañado la labor del fotógrafo Roberto Guerrero y aquella ocasión, en el marco de la toma de una comisaría en Andahuaylas, en enero del 2005, se le hicieron más presentes que nunca, en su cerebro y en su corazón.

Por eso, cuando llegaron las fuerzas del orden y se hicieron cargo de la situación, se quedó en la zona de conflicto, y le dijo a la fotógrafa Yanina Patricio, que lo acompañaba en la tarea de cubrir el atentado para el diario La República, donde fué jefe de fotografía, que vaya a la Plaza de Armas a registrar todo lo que los demás fotógrafos venían registrando. Los rebeldes, los etnocaceristas ya habían sido apresados y ahora estaban en la plaza, pero Roberto no estaba satisfecho con su trabajo.

Así que siguió caminando y ahí, en la soledad de una calle angosta, una imagen lo puso en alerta. Cuatro de los ciento cincuenta reservistas que se habían sublevado estaban libres, cargando un ataúd con uno de sus dos compañeros muertos durante el conflicto. La adrenalina empezó a recorrer sus venas cuando un contingente policial irrumpió en la escena lanzando bombas lacrimógenas. Ante el caos y el humo, los etnocaceristas soltaron el féretro y todo pareció irreal; pero él estaba listo para capturar el momento. Un año después, la foto resultó ganadora en el Premio Rey de España. La tituló “Sobre el dolor”.

“Yo busco mi suerte, casi siempre en solitario”, dice Roberto con convicción. “Tu obligación es registrar todo lo que ves y hay que tener olfato y sangre fría. Sin embargo tienes que respetar el dolor de la gente, entenderlos. Pero ellos también tienen que entenderte y abrirte su dolor. Como reportero, no puedo aceptar un ´no´ como respuesta”.

Roberto asegura que el trabajo periodístico de “calle” es fundamental para el desarrollo de un fotógrafo. Ahí es donde aprendes a estar preparado para todo. “No hay nada escrito: ¿qué tipo de lente debes usar?…” Tienes que adecuar tu equipo a la situación”, subraya. Sin embargo, para Guerrero, el fotógrafo tiene que ser “invisible”. Por eso, no mira con buenos ojos cuando descubre a algún joven y ansioso colega, vestido casi de ranger, utilizando la cámara como si fuera una ametralladora. “Con esas poses ya empezamos mal porque luego se percibe en las imágenes, en tu trabajo”, asegura.

Para Roberto un reportero gráfico es un comunicador, “aunque a veces pensamos que somos artistas. Tus fotos deben de tener un mensaje que tiene que ser entendido por todo el mundo”.

Roberto nació en Chile hace 53 años, pero hace 8 que vive en nuestro país. “Yo me considero peruano”, dice. Por eso es que le inquieta el hecho de que la gente no haya tomado conciencia de la importancia que tuvo aquel episodio en Andahuaylas: “Sé que mi foto ganó un premio importante, internacional, pero siento que tal vez el mensaje no fue lo bastante considerado. Todos tenemos que aprender de todo. Esa es mi filosofía de vida. Como profesional, sé que todavía me falta aprender. En la fotografía, nada está dicho”.

Roberto Guerrero
20 diciembre, 2008

Inés Menacho

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Una cámara fotográfica colgada del cuello te puede convertir en un ser audaz, capaz de burlar a agentes de seguridad de Palacio de Gobierno o del mismo presidente de los Estados Unidos. Resulta inquietante escucharlo pero es así para Inés Menacho (41), que confiesa sentirse como Popeye cuando come espinacas, al buscar imágenes a través del visor.

Así que ahí se encontraba. Junto a una treintena de fotógrafos nacionales e internacionales, agolpados como sardinas en el lugar destinado para la prensa encargada de cubrir la reunión entre el presidente Alejandro Toledo y George Bush. Todos se preguntaban qué pasaba dentro de Palacio pero nadie podía pasar el cerco para averiguarlo. Entonces, Inés se atrevió: le
dijo a uno de los de seguridad que tenía que ir al baño. No tardaron muchoen darle permiso pues lo pidió con tal convicción que hubiera podido ir a recibir el Oscar en ese mismo instante. Pero lo que consiguió, luego de peinarse frente al espejo del baño, fue algo mucho más gratificante para ella. Bush y Toledo bajaban las escaleras y ella estaba sola frente a la escena. No lo pensó dos veces y empezó a disparar sin piedad. Fue el cuadro número siete (de los once que obtuvo en la situación) el premiado. Ahí, los dos presidentes parecían estar inmersos en una increíble danza de mutuo cortejo, pero en ese momento todavía no lo sabía. “¡Te dijimos que no podías tomar fotos!”, le reprocharon luego los guardaespaldas. Mientras regresaba al lugar asignado para la prensa, Inés presentía que “había conseguido algo”. Pudo escuchar algunos comentarios de sus colegas: “¡Hemos venido por las puras!

Cuando llegó a El Comercio –diario donde en ese entonces trabajaba– el jefe de laboratorio le dijo: “¿Ya la viste?”. Inés no tenía idea de qué estaba hablando así que fue a las oficinas del comité editorial y ahí pudo ver su foto ampliada y pegada en la pared. Todos estaban fascinados con ella. Por supuesto, salió publicada en primera plana y fue postulada, por el diario, a varios concursos, en los que salió ganadora, en el 2006, como el Rey de España y el SIP (Sociedad Interamericana de Prensa). Parece todo muy sencillo, en apariencia, pero, por supuesto, no lo fue.

Inés cuenta que su “mentor” fue Paco Igartua, de la revista Oiga. “Él me enseñó que a desarrollar el olfato periodístico, me dio los lineamientos de trabajo. Él siempre me decía que el roce cotidiano de la calle era fundamental. Sin embargo, al principio aseguraba que yo era muy suave para entrar a política. Y yo moría por hacer política”, explica Inés. Cuando cerró la revista, Paco le dijo que vaya a Bolivia, que le había conseguido un trabajo. Al llegar, Inés se dio con la sorpresa de que su trabajo iba a ser el de fotógrafa de Javier Pérez de Cuellar. “Me dio toda la política que quería de una sola vez”, acota.

Pero Inés tuvo todavía más. En el año 2000 ganó el premio NPPA (National Press Photographers Association) por una serie de fotos hechas en el Congreso de la República. Se había vuelto realmente un dolor de cabeza para los padres de la patria, a quienes retrataba durmiendo, o haciendo cosas que no estaban dentro de sus protocolos o tareas. Estaba ejerciendo uno de los primeros propósitos del periodismo: incomodar. “Yo hacía denuncias, tenía fuentes, entraba a lugares y me ganaba con situaciones que muchas veces los redactores no tenían”, cuenta. Inés tiene un libro sin publicar dedicado a imágenes de Toledo pues se volvió su “fotógrafa oficial”. En él se puede ver casi toda la historia política del ex presidente desde épocas de campaña. Las imágenes lo cuentan todo.

“Siempre me he dejado llevar por mi instinto. Cualquiera puede hacer fotos lindas pero las fotos tiene que ser más que eso: tienen que decirte algo. Para eso un fotógrafo tiene que estar informado, tiene que leer para conseguir el fondo y la forma. Hoy, me siento muy segura de mi dedo: sé cuando tengo que apretar el botón. Con los años he desarrollado un tercer ojo”.

Sitio Web: http://inesmenacho.com/

Contacto: inesmenacho@gmail.com

Inés Menacho
20 diciembre, 2008

Sergio Urday

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Sergio es una de esas personas que le da un valor realmente útil a la palabra “entusiasmo”. Para él, el éxito tiene que ver con eso: con conservar la frescura y la fe en lo que se hace. “El que crea, cree”, explica en la conversación que tuvimos en un café cerca de su oficina en San Borja.

Sergio nunca perdió la pasión por la fotografía a lo largo de sus casi 20 años como profesional. El éxito, ya se sabe, también tiene que ver con mantenerse en el tiempo. A veces, la suerte ayuda y un gol en el primer minuto del partido puede servir para no perder altura en el trayecto; así lo ha demostrado en su trabajo como fotógrafo y editor en diferentes medios periodísticos como Caretas, Somos, Cosas, El Comercio, Etiqueta Negra y EFE.

Sergio tenía 21 años cuando tuvo como misión seguir al, en ese entonces, flamante presidente de la República Alberto Fujimori, en el año 1991. Era un sábado en la mañana y esta vez estaba en un colegio cerca de la avenida Brasil. Fujimori inspeccionaba las instalaciones estudiantiles en una época en que el cólera campeaba en nuestro país. De hecho, él era uno de los reporteros gráficos que más cerca se encontraba del mandatario; por eso, cuando vio que entraba al baño, como parte de su itinerario, una extraña adrenalina le hizo tomar la delantera y conseguir un lugar privilegiado, en contrapicado, para capturar el cuadro que luego le haría ganar el Premio Rey de España, meses después, y que abriría el artículo de la semana en Caretas. Ahí estaba Fujimori, con esa mirada astuta y la sonrisa ladeada, jalando la cadena de un precario y tubular water. “Sólo se le pide que acierte”, fue el título que acompañó a la famosa foto en la revista.

El debate con Sergio en el café ahora se centra en si es “la propia realidad” lo que capta el lente de una cámara fotográfica. “No, si usas un angular”, dice con chispa en la mirada. “El angular, por ejemplo, exacerba la imagen, ampliando el espacio y las diagonales. En realidad, el fotógrafo puede manipular al personaje, en este caso al político; o el político puede manipular al fotógrafo”. Enseguida, Sergio habla del fotógrafo español Joan Fontcuberta –quien se asume como un artista falsificador– y explica como su obra se mueve siempre en el ámbito del simulacro. “Una vez inventó la historia de un cosmonauta ruso que se había perdido en el espacio y que, por ende, había sido borrado de toda historia oficial. Fontcuberta fabricó una memoria fotográfica y recreó todo un contexto que fácilmente podría ser tomado como real. De lo que estamos hablando, en realidad, es de interpretaciones”, precisa. Visión, pre visualización, realización y ampliado.

Ese es el camino que un fotógrafo como Sergio Urday (Lima, 1968) sigue cuando está a punto de emprender un trabajo.

Sin embargo, acota, el tiempo y la tecnología resultan fundamentales, sobre todo si de la foto-periodística se trata. Sergio tomó la foto ganadora del premio Rey de España con una Olympus OM 10, con un lente Zuiko lineal y 2 de diafragma, que aminora la distorsión de la imagen. “Cuando estás frente a un trabajo más reflexivo, que te permite tomarte todo
el tiempo del mundo para conseguir la mejor toma, entonces lo tecnológico es secundario; pero ante la tarea periodística, sucede todo lo contrario”, asegura.

Sergio ganó $ 8 mil por el Rey de España y confiesa que la mitad se lo gastó disfrutando su estadía en Madrid. Ahora frente a la cuenta que la camarera dejó en la mesa del café, saca su billetera y hace un gesto para que guarde la mía. Con una sonrisa ladeada, casi como la de Fujimori en su foto, asegura: “No te preocupes, tranquilo, yo pago. Sólo se vive una vez”

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